martes, 31 de mayo de 2011

PASCUAL CONTURSI

La letra de tango fue su creación, y con ella convirtió al tango en la canción sentimental de Buenos Aires. Le introdujo temas humanos de validez universal -la nostalgia, la melancolía, las frustraciones del amor, la ambición, la codicia, la decadencia y la injusticia-, aunque su universo específico fuera el de la vida prostibularia, con sus rufianes y rameras. En aquellas primeras décadas del siglo XX, el aluvión inmigratorio había traído a centenares de miles de hombres solos, que alimentaron un enorme mercado del sexo.
Trascendiendo a las letrillas livianas y picarescas del tango primitivo, Contursi, radicado por entonces en Motevideo, la capital del Uruguay, estableció entre 1914 y 1915 las nuevas coordenadas poéticas del género, que incluyeron como particularidad -en algunos casos- el relato de todo un argumento, desarrollado en unos pocos versos. Tal el caso de "De vuelta al bulín", que escribió en el '14 sobre notas musicales del pianista José Martínez. Contursi solía adosarles letras a tangos instrumentales de esa época, posteriormente identificada como "la Guardia Vieja".

Uno de esos casos fue el de "Lita", pieza del pianista Samuel Castriota, que con las estrofas de Contursi pasó a llamarse "Mi noche triste".

Hay cierto consenso en considerar a éste el primer tango canción, aunque de hecho no lo fue. Sin embargo, por su hondura, por la audacia de sus metáforas y por el perfecto encastre de los versos en la música tuvo la virtud de ser el heraldo de una nueva época para el tango. Fue también crucial que Carlos Gardel lo grabase en 1917, y que un año después se convirtiera en la gran atracción de una pieza teatral. En general, la relación con Gardel fue clave en la proyección de Contursi, porque halló así al óptimo intérprete de sus obras.

Nació en Chivilcoy, una ciudad rural de la fértil pampa argentina, 170 kilómetros al oeste de Buenos Aires, pero su familia se trasladó a los pocos años a la capital, estableciéndose en el antiguo y humilde barrio de San Cristóbal. Desde la adolescencia se sintió atraído por la vida artística. Escribía poemas y entonaba, acompañándose en guitarra, sus propias canciones. Y precisamente así dio a conocer "Mi noche triste", cantándolo por primera vez en el cabaret Moulin Rouge, de Montevideo. Este local era propiedad de Emilio Matos, padre de Gerardo Hernán Matos Rodríguez, compositor de "La cumparsita".
Esta pieza, que con un agregado del pianista Roberto Firpo se transformaría en el más famoso de todos los tangos, también recibió una letra de Contursi, escrita en colaboración con Enrique Pedro Maroni. Nacía así, en 1924, el tango "Si supieras", para enojo de Matos Rodríguez, que al año siguiente escribió, como pudo, otra letra, reponiendo el nombre original, que ya nadie alteraría. En todo caso, la de Contursi-Maroni fue la más frecuentada, cayendo casi en el olvido la de Matos, aunque también hay que decir que en aquellos flojos versos hay muy poco de Contursi.
Volviendo atrás en el tiempo, el letrista aprovechó una actuación montevideana del dúo que integraban Carlos Gardel y José Razzano para acercales "Mi noche triste", que el primero cantó en el teatro Urquiza de la capital uruguaya, para después estrenarlo en Buenos Aires en el teatro Esmeralda. Pero el impacto no fue inmediato, como suele ocurrir con las obras renovadoras. El verdadero éxito le llegó cuando en 1918 fue incluido en "Los dientes del perro", una pieza ligera de José González Castillo y Alberto Weisbach, cantado por Manolita Poli, una actriz de 19 años, hija de padres zarzueleros.
El suceso de su tango impulsa a Contursi a regresar a Buenos Aires, donde se dedica de lleno a la creación teatral, en colaboración con otros autores exitosos del momento. Produce así una serie de sainetes y piezas atractivas para el público, pero que no perdurarán. En los argumentos de las obras intercalaba tangos de su autoría.
Contursi viajó a Europa en 1927, para residir sucesivamente en España y en Francia. Recién volvería en 1932 a Buenos Aires, pocos días antes de morir, en un patético regreso, perdida la razón. Gardel fue uno de quienes en París se encargaron a repatriarlo. En esa ciudad había escrito en 1928, con música de Juan Bautista Deambroggio "Bachicha", uno de sus tangos más conmovedores: "Bandoneón arrabalero", que muestra, quizá como ninguno hasta entonces, la profunda relación afectiva entre dos abandonados: un hombre y un fuelle. Excepcional también es "Pobre paica", que en 1914 ideó para la música de "El motivo", del pianista Juan Carlos Cobián, en el que Contursi se conduele del drama de una prostituta, abatida por el tiempo y la enfermedad.
Filoso, crítico y sarcástico en "Champagne tangó" (música de Manuel Aróztegui), "Ivette" (Julio Roca) y "Flor de fango" (Augusto Gentile), todos de 1914, Contursi no mantendría siempre ese nivel. Quizá deba mencionarse, entre el resto de su producción, al burlesco "La mina del Ford", de 1924 (con Fidel del Negro y Antonio Scatasso), pero sobre todo a "Ventanita de arrabal" (con Scatasso), que escribió en 1927 para su sainete "Caferata" (término lunfardo que designaba al proxeneta).

viernes, 20 de mayo de 2011

Yves Montand


(Monsummano Alto, 1921 - Senlis, 1991) Cantante y actor francés de origen italiano. Su familia había emigrado a Marsella huyendo del fascismo, tras la subida de Mussolini al poder. Maravilloso cantante desde la adolescencia, cuando Edith Piaf lo conoció, se interesó en su carrera y lo ayudó a convertirse en una estrella de la canción. Fue también ella quien le ofreció su primer papel en el cine.

En 1953, cuando sólo era un conocido cantante, pasó al primer plano de la actualidad gracias a su actuación en el filme de Clouzot El salario del miedo (1953). Posteriormente participó en varias películas francesas, europeas y de Hollywood. En los años 60 y 70 se labró fama internacional por sus interpretaciones en filmes de Costa Gavras. Simone Signoret, su esposa, fue también su pareja en muchas películas. Otras películas en que participó fueron El multimillonario (1960); La guerra ha terminado (1966); Z (1967); Vivir para vivir (1967); Círculo rojo (1971); Estado de sitio (1973); El manantial de las colinas (1986).

martes, 17 de mayo de 2011

EDITH PIAF EXITOSA ARTISTA CON UNA VIDA DIFÍCIL Y POLÉMICA


La vida de Edith Piaf (1915-1963) es una historia complicada. Edith Giovanna Gassion nació en 1915, en plena calle de París. Su madre separada y en plena pobreza, dá a luz con la ayuda de un gendarme. También sus padres eran alcohólicos por lo que fue dejada al cuidado de su abuela quien regenteaba un “burdel”. A los cuatro años sufrió de meningitis, la cual le generó una ceguera temporaria.

Ya de adolescente trabajó con su padre viajando con un circo o haciendo acrobacias en las calles. Probó fortuna con el canto callejero, junto a su media hermana Mamone (hija ilegítima de su padre), recogiendo pocas monedas diarias. A los 16 años quedó embarazada, pero su hija Castelle falleció a los dos años de meningitis, además ella quedó imposibilitada

de tener hijos.

En 1935 cuando cantaba en una avenida de París, fue vista por un empresario llamado Louis Lepleé, el cual quedó fascinado y la contrató para que trabajara en su bar, Lepleé fue quien la bautizó como “Piaf”, que significa pequeño gorrión, pues la veía como un pajarito con una poderosa voz.

Leplée la convirtió en una estrella enseñándole a mostrar su lento ante el público; aquel cabaret era además un lugar donde venían muchas celebridades de la capital. Pero su vida nunca fue camino de rosas; al poco tiempo, Leplée, al que ella llamaba “papa” apareció muerto en su despacho. Aquel día no sólo perdió a su amigo y patrón , sino que la policía la trató como sospechosa del asesina.

A partir de este momento ella comenzó a beber y a drogarse de forma infernal, y se acostaba con cualquiera. Edith era de esas mujeres que cuando se enamoran, lo hacen hasta la médula. De esas que, cuando se proponen conquistar a un hombre, olvidan el sentido de la dignidad. Independientemente de las circunstancias en que se produjeran sus relaciones sexuales, Edith probó de todo y gozó con cada uno de sus amantes. La palabra exceso no formaba parte de su vocabulario.

A finales de los años treinta del pasado siglo conoció al letrista Raymond Asso, quien la ayudó a salir de la cloaca en que había convertido su vida. De nuevo volvió a cosechar grandes éxitos gracias a sus canciones más famosas, como Je ne regrette rien, La vie en rose, Les amants de Paris, y otras. Sus éxitos le proporcionaron grandes sumas de dinero que ella derrochaba con sus amantes y ayudando a todo aquel que se lo pidiera.

Pero su gran amor, «el único hombre al que he querido», según ella misma afirmó, fue el boxeador Marcel Cerdan, un marroquí de origen humilde que llegó a convertirse en una gloria nacional para Francia. Se conocieron en París en noviembre de 1945 en un club en el que ella cantaba. Marcel se emocionó con su voz.

El encuentro decisivo no se produjo hasta 1947, en un restaurante francés de Nueva York. Enseguida se gustaron, quedaron para cenar y él se quedó en el hotel de Edith. En marzo de 1948 se produjo un nuevo encuentro. Aunque ambos intentaron ser discretos, porque él estaba casado y tenía tres hijos, un periódico les descubrió.

Cerdan se las arregló para evitar que Marinette, su esposa, rompiera el matrimonio, pero sin dejar a Edith. El 23 de mayo de 1948, Cerdan perdió por primera vez un combate y los periódicos acusaron a Piaf de traerle mala suerte. Sin embargo, sólo fue un revés pasajero y el 21 de septiembre se convirtió en campeón del mundo de los pesos medios.

Ella tenía tal pasión por Marcel que nunca estaba satisfecha y necesitaba tenerlo a su lado en cada minuto de su vida. El llevaba una vida dedicada a su profesión, boxeando por distintos países de Europa, y ella necesitaba su cálida compañía, hasta que un día le rogó por su presencia. Cerdán subió a un avión, del cual no bajaría jamás pues se estrelló en una isla. Edith estuvo a punto de acabar con su vida, pero Momone la vigiló y sedó para evitar otra tragedia.

Cuando Marcel se marchó, Edith volvió a su vida agitada. La menuda parisiense (medía 1,47 m.) fue una devoradora de hombres. En aquellos momentos vivió sendos romances con el cantante Jean-Louis Jaubert y con el actor John Garfield. Entre otros amantes de la cantante se encuentran Eddie Constantinn, Yves Montand, Georges Moustaki y Charles Aznavour. La tensión sexual que le producía el deseo del otro la hacía dormir con los puños cerrados. Le gustaban especialmente los hombres de ojos azules, pero no le hacía ascos a nadie. Sus relaciones siempre eran apasionadas y destructivas. Ella se dejaba abofetear o maltratar por sus amantes, a cambio les era infiel siempre. Quizá la única excepción fue la que hizo con Yves Montand.

En 1958 conoció a Georges Moustaki, con el que mantuvo un al faire que duró algo más de un año. Ella entonces tenía cuarenta y dos y él sólo veintitrés, según Georges tenían una buena relación pero el alcohol y las drogas los separó. Ella se encerraba en su cuarto a tomar cerveza, la que mezclaba con ansiolíticos y anfetaminas. Moustaki fue reemplazado por Douglas Davis un joven pintor.

En 1959 a Edith le diagnosticaron un cáncer, lo que ya no le permitiría recuperarse jamás, e ir debilitándose día a día. Bajo estas circunstancias, un año antes de morir contrajo matrimonio con un peluquero con ambición de carrera en el mundo de la canción, llamado Théo Sarapo que tenía entonces veintiséis años.

Murió en 1963, a su entierro en París, , asistieron más de cuarenta mil personas. Todavía hoy en día se descubren flores frescas en la tumba donde está enterrada, en el cementerio de Pére-Lachaise Fue una mujer que conoció la más terrible de las desgracias, que es estar rodeada de personas que la adoraban mientras ella vivía en la más absoluta de las soledades.

El fin del amor

El 28 de octubre de 1949 se estrelló el avión en el que viajaba Cerdan camino de Nueva York. Allí se encontraba Edith, quien le había apremiado para que se reuniera con ella. En memoria de Cerdan, Edith escribió «La belle histoire d’amour»: «Je n’oublierai jamais /Nous deux, comme on s’aimait /Toutes les nuits, tous les ¡ours, 1... La belle histoire d’amour... 1... La bel/e histoire d’amour... /Pourquoi m’as-tu laissée ? /Je suis seule á pleurer, /Toute seule á chercher...»

La vida de Edith Piaf fue movida y azarosa. Empezando por su nacimiento que fue en una esquina de una calle parisiense, donde su madre, alcohólica, fue atendida por dos policías. La misma Edith, muchos años después, acabaría como su madre tirada en la calle.

En 1951, tuvo un grave accidente de coche en el que se rompió varias costillas. Para aliviar su dolor los médicos le recetaron morfina, pero Piaf se convirtió en adicta y empezó a beber, y como su madre, a recoger hombres en las calles para aliviar su soledad.

Edith, quien estuvo a punto de suicidarse al enterarse de la muerte de Marcel, se volvió a casar dos veces más, pero jamás olvidó a Cerdan ni pudo quitarse de la cabeza que en parte había sido culpa suya.

lunes, 2 de mayo de 2011

Hace 50 años, Evita pronunciaba su último discurso




Estaba muriendo. Y lo sabía. El cáncer y la pasión envolvían la figura delgada y frágil de Eva Perón cuando, hace cincuenta años, el 1° de mayo de 1952, habló por última vez a una multitud desde los balcones de la Casa de Gobierno. Fue entonces cuando prometió salir a las calles, si es que alguien se atrevía a derrocar al entonces presidente Juan Perón, "para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista".

Fue, casi, una declaración de guerra. Y también su despedida, su adiós. Si no fue su testamento político, aquel discurso de hace medio siglo dejó marcada la impronta de una voluntad de hierro, consumida por el fuego inclemente de la enfermedad, que acaso presentía un futuro de sombras para el gobierno peronista. Aquella voz ronca, grave, quebrada por el ímpetu y el ardor, ya no volvería a escucharse: Eva Perón moriría casi dos meses después.

Aquel primer día de mayo, su mala salud ya no era un secreto. A las 7.55 de la mañana, cuando llegó al Congreso, donde Perón iba a inaugurar el 86° Período Legislativo, la recibió una ovación que la hizo tambalear de dicha conmovida. Con un nudo en la garganta, Perón le dedicó en una frase, su "cordial gratitud a una mujer de cuya personalidad no sé qué título merece más el agradecimiento del Presidente de la República".

Pero por la tarde, el protocolo quedó atrás. Además de ser el día de apertura del período parlamentario, se celebraba la Fiesta del Trabajo, una tradición ya casi olvidada, que fue un símbolo de los gobiernos peronistas. La Plaza de Mayo estaba colmada por quienes habían empezado a llegar desde la mañana y desde los barrios más lejanos de la ciudad y del Gran Buenos Aires, que por entonces no era tan grande.

A las 17.46, después de escuchar al secretario general de la CGT, José Espejo, Eva Perón enfrentó los micrófonos emplazados en el balcón de la casa de Gobierno. Vestía una chaqueta gris y una blusa roja. ¿Intuían la multitud y aquella mujer desbordada de pasión que ése era su último encuentro?

El discurso empezó, como siempre, dedicado a "Mis queridos descamisados". También, como siempre, lo centró en la necesidad de defender al gobierno y al presidente "contra los traidores de adentro y de afuera que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón." Aliada del lenguaje llano y enemiga de las metáforas pomposas, dijo que esos "traidores" no iban a conseguir su propósito "como no ha conseguido jamás la envidia de los sapos acallar el canto de los ruiseñores, ni las víboras detener el vuelo de los cóndores.".

Después lanzó su legendaria advertencia, dirigida a golpistas en particular y opositores en general: "Yo le pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón porque ¡guay de ese día! Ese día (...) yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista."

Hervía de furia. Aquéllos no eran buenos tiempos para el peronismo. En setiembre de 1951, un golpe militar había intentado acabar con el gobierno de Perón y, a ser posible, con el mismo Perón. Lo lideró hacia el fracaso y desde Córdoba el general Benjamín Menéndez. Eva Perón les hablaba a las llagas abiertas que había dejado ese motín. Y quién sabe si no lo hacía con la certeza de que esa aventura militar, que no era el principio del fin del gobierno de Perón, bien podía ser el fin del principio.

En agosto del año anterior, las presiones militares la habían obligado a renunciar a su sueño: ser candidata a vicepresidente. Después, había tenido que apartarse de la escena política acorralada por su mal. Ahora, en cambio, desairaba al cáncer, lo desafiaba, lo provocaba a lo largo de todo un día neblinoso y otoñal, frío y cargado de presagios. Algo quería decir.

"Nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bosta oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora; porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras y entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias."

A los oídos tediosos e impersonales del globalizado siglo XXI, donde se firman condenas a muerte con tan buena letra, el lenguaje de hace medio siglo suena como de otro mundo. Lo es. Pero en aquel mundo de entonces se entendía con claridad. La mujer que desde los balcones de la Casa Rosada agitaba sus brazos flacos, casi descubiertos por la blusa roja, lo sabía. O al menos lo presentía. Eludió con elegancia hablar de sus males: "Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón; que en mis horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma (...)"

Se despedía. A su lado, Perón la instaba a redondear. Pero la Primera Dama estaba lanzada a las llamas de su arrebato enfurecido: "Yo quiero hablar hoy, a pesar de que el general me pide que sea breve, porque quiero (...) que sepan los traidores que ya no vendremos aquí a decirle ''Presente'' a Perón como el 28 de setiembre (la fecha del golpe de Menéndez) sino que iremos a hacernos la justicia por nuestras propias manos".

Improvisó durante catorce minutos. A las seis en punto de la tarde, ovacionada, se metió en la Casa de Gobierno. Reapareció media hora después, para coronar a Elda Alicia Costantini, flamante Reina del Trabajo. Un mes después, el 4 de junio, aparecería en público por última vez para acompañar a Perón en el inicio de su segunda presidencia. La leyenda dice que sólo pudo estar de pie en el descapotable presidencial gracias a un arnés, flameando bajo el peso encarnizado de un tapado de piel que la protegía del hielo destemplado de los últimos días de su vida. Murió el 26 de julio. Tenía 33 años.