martes, 4 de enero de 2011

Juan Carlos Altavista: el genial observador



Atravesando callecitas empedradas, en una plazoleta a pasos del andén de la estación Borges del Tren de la Costa, en el barrio de Olivos, su imagen continúa intacta. Con su sombrero inclinado y su cara bonachona, aún resuenan las frases de un personaje bien argentino. "Cuando salís a la calle –solía decir- sos de la gente…" Y, quizás sin imaginárselo, logró ser parte de ella gracias al monolito que se alzó allí en su honor. Fue el 20 de julio de 1994, que la Municipalidad de Vicente López decidió inmortalizarlo: "A Juan Carlos Altavista, inolvidable vecino y amigo de esta ciudad."

El monumento lo recuerda con su estampa de Minguito Tinguitela. Y quienes lo conocieron aseguran que su bondad y humildad las llevaba dentro y fuera del escenario. Sin embargo, todavía no se sabe si Juan Carlos hizo famoso a Mingo o fue el mismo personaje el disparador de una gran carrera actoral.

Altavista incursionó como actor a los 16 años. Fue en ese tiempo, que compuso su primer papel en la pantalla grande. A lo largo de su profesión, filmó sesenta películas. Pero fueron sus apariciones en la televisión las que lo llevaron a escalar a la cima del éxito. Los hermanos Sofovich, Gerardo y Hugo, le abrieron las puertas del ciclo "Operación Ja Ja", que se emitía por canal 11. No obstante, ocupar una silla en el histórico programa televisivo "Polémica en el bar" fue el súmmum para él. Quienes vivieron en esa época, difícilmente puedan olvidar su participación en aquella mesa redonda (que aún hoy existe), en donde Minguito reflejaba la imagen de un tipo de barrio, que hacía brillar al humor sano y al retruque ingenioso.

Ese personaje había nacido de la mano de Juan Carlos Chiappe, para la radio, en momentos donde reinaban los radioteatros. Tras el fallecimiento del autor de Mingo, el escritor y periodista Roberto Peregrino Salcedo, tomó la posta y, durante diecisiete años, fue libretista del actor.

Pero más allá de los libretos, la espontaneidad que poseía era única. Altavista fue ante todo, un gran observador. En las calles de su país prestaba atención a los gestos y costumbrismos de los vecinos. Luego, copiaba algunos, inventaba otros. Sus últimos tiempos los pasó en Olivos. Allí, observaba a la gente. A esa misma gente que hoy lo recuerda por esas callecitas empedradas y, por lo bajo, lo saluda como él habitualmente lo hacía: "¿qué hacé tri tri?"

Altavista, paradójicamente, se fue un día del amigo. El 20 de julio de 1989. Y, desde ese momento, siempre hay alguien que se identifica con su personaje. Millones de papelitos en los bolsillos, el clásico escarbadientes, las pantuflas a cuadros, una camisa fuera del pantalón, que dejaba escapar un cinturón, o la confusión al pronunciar un nombre extranjero…

- "Esa película donde trabaja Mike Coquito"

- "¡Michael Keaton, mamá! Parecés Minguito…"

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